jueves, 14 de marzo de 2013

Las cartas sobre la mesa


   Si quieres que te sea sincera, yo misma he pecado de relativismo alguna vez. No voy a ser la primera en tirar la piedra porque no estoy libre de culpa. Pero crees que tú y yo nos podemos poner de acuerdo en algo importante adoptando esta postura. Créeme cuando te digo que yo ya he estado ahí, que sé qué es lo que está pasando por tu cabeza cuando me afirmas rotundamente que “todo depende del color con el que se mire” y que “no me puedo poner en la piel de nadie ni juzgarlo”. Creo que me has entendido mal, no pretendo juzgar a nadie. ¿Quién soy yo para juzgar? Solo a mí misma, y tampoco soy demasiado fiable en este caso.

   Te escribo para que entiendas los errores en los que puedes caer si eres completa y absolutamente relativo. No quiero que confundas términos y sé que, tarde o temprano, eso lo tendrás que vivir en tu propia carne. Pues muchas veces no hay otro modo de aprender que pasando por la misma experiencia. Pero si me lo permites, me gustaría hablarte de lo que yo he vivido, de mis fallos, y de los errores que posiblemente cometerás, pero que tienen solución.

   El primer peligro del que te quiero hablar es de que si todo es relativo, también lo somos tú y yo. ¿Acaso tenemos una existencia relativa? ¿Estamos aquí por una misión cambiante sujeta al momento y a nuestro estado de ánimo? ¿Somos capaces de afirmar cosas que no variarán jamás a lo largo de nuestra vida si pensamos que todo es relativo? Entiéndeme, quiero decirte que si las cosas son relativas, si el “bien” o el “mal” que podemos vivir y experimentar fuera relativo, también tendríamos que serlo nosotros. No podemos prescindir de lo que nos rodea y sujetarlo a nuestro antojo. Tienes que darte cuenta, y con el tiempo lo harás, que no es que esté bien o mal actuar en determinadas situaciones según lo que haya pasado. Si alguien te ha molestado no justifica que el que tú se la devuelvas lo haga menos malo. Al contrario, y no importa –repito–  no importa, lo que sea que te haya hecho. La respuesta no es ni la huida ni el ojo por ojo.


   Y, una vez entendido esto, ¿sería posible una comunicación entre tú y yo si las cosas fueran relativas? ¿Es posible que estemos hablando de lo mismo cuando debatimos sobre la existencia o no de Dios? ¿Será posible que nos conozcamos más a fondo si adoptamos esta postura tan relativista? Creo, sinceramente, que si todo es relativo es imposible que tú y yo lleguemos a un acuerdo, a un punto común. Principalmente porque si ni tú ni yo partimos de la misma definición de la palabra “verdad” o “confianza”, ¿cómo vamos a hablar de qué habría que hacer? ¿Cómo vamos a aceptar lo que los demás hagan? Este sería un mundo de locos en el que, lamentablemente, no se podría vivir. Y en el que, peor aún, no podríamos ni siquiera llegar a conocernos y a comprometernos con nada. Si para ti la puntualidad es relativa, ¿cómo he de entregar yo un trabajo por los dos? Si para ti no tiene la misma importancia que para mí el “para siempre”, ¿cómo vamos a comprometernos con eso?

   Por último, lo que intento dejar claro es que el relativismo solo lleva a encerrarse en uno mismo y a que, aun diciendo que se entiende de lo que se está hablando, no acabar de comprenderlo. Leí no recuerdo donde que cuando una persona lleva demasiado tiempo viviendo sola, solo se escucha a sí misma. Y esto es lo que pasa. No es necesario que entiendas todo lo que te digo, pero sí que sepas de qué te hablo.

   Esto que ahora intento decirte puede parecer un poco complicado. Pero no lo es tanto como parece. La verdad es que no he dejado de darle vueltas al asunto de cómo hablarte para que me entiendas bien. Quizá no debería haberte escrito y simplemente debería haberte cogido por banda para sentarnos a hablar, quizá solo tendría que haberte demostrado que sin los puntos comunes no se puede debatir un asunto. No puedes debatir algo que no sabes lo que es.

   Quiero que sepas que quiero conocerte, saber qué te gusta, saber qué es de tu vida. Esto no implica que seamos iguales, al contrario, tu diferencia conmigo me complementa en muchas ocasiones, pero lo que sí necesito es que tengamos dos ideas claras sobre las que podamos hablar tranquilamente en una mesa de bar con un café delante. Y estoy segura de que tú y yo podríamos conseguirlo. Pero, sobre todo, más que nada lo que necesito que entiendas es esto último. Si no, una relación entre tú y yo es inviable. Y no quiero que lo sea.



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