Si quieres que te sea sincera, yo misma he pecado de
relativismo alguna vez. No voy a ser la primera en tirar la piedra porque no
estoy libre de culpa. Pero crees que tú y yo nos podemos poner de acuerdo en
algo importante adoptando esta postura. Créeme cuando te digo que yo ya he
estado ahí, que sé qué es lo que está pasando por tu cabeza cuando me
afirmas rotundamente que “todo depende del color con el que se mire” y que “no
me puedo poner en la piel de nadie ni juzgarlo”. Creo que me has entendido mal,
no pretendo juzgar a nadie. ¿Quién soy yo para juzgar? Solo a mí misma, y
tampoco soy demasiado fiable en este caso.
Te escribo para que entiendas los errores en los que
puedes caer si eres completa y absolutamente relativo. No quiero que confundas términos
y sé que, tarde o temprano, eso lo tendrás que vivir en tu propia carne. Pues muchas veces no hay otro modo de aprender que pasando por la misma
experiencia. Pero si me lo permites, me gustaría hablarte de lo que yo he
vivido, de mis fallos, y de los errores que posiblemente cometerás, pero que
tienen solución.
El primer peligro del que te quiero hablar es de que
si todo es relativo, también lo somos tú y yo. ¿Acaso tenemos una existencia
relativa? ¿Estamos aquí por una misión cambiante sujeta al momento y a nuestro
estado de ánimo? ¿Somos capaces de afirmar cosas que no variarán jamás a lo
largo de nuestra vida si pensamos que todo es relativo? Entiéndeme, quiero
decirte que si las cosas son relativas, si el “bien” o el “mal” que podemos
vivir y experimentar fuera relativo, también tendríamos que serlo nosotros. No
podemos prescindir de lo que nos rodea y sujetarlo a nuestro antojo. Tienes que
darte cuenta, y con el tiempo lo harás, que no es que esté bien o mal actuar en
determinadas situaciones según lo que haya pasado. Si alguien te ha molestado no justifica que el que tú se la devuelvas lo haga menos
malo. Al contrario, y no importa –repito– no importa, lo que sea que te haya hecho. La respuesta no es ni la huida
ni el ojo por ojo.
Y, una vez entendido esto, ¿sería posible una
comunicación entre tú y yo si las cosas fueran relativas? ¿Es posible que
estemos hablando de lo mismo cuando debatimos sobre la existencia o no de Dios?
¿Será posible que nos conozcamos más a fondo si adoptamos esta postura tan
relativista? Creo, sinceramente, que si todo es relativo es imposible que tú y
yo lleguemos a un acuerdo, a un punto común. Principalmente porque si ni tú ni
yo partimos de la misma definición de la palabra “verdad” o “confianza”, ¿cómo
vamos a hablar de qué habría que hacer? ¿Cómo vamos a aceptar lo que los demás
hagan? Este sería un mundo de locos en el que, lamentablemente, no se podría
vivir. Y en el que, peor aún, no podríamos ni siquiera llegar a conocernos y a
comprometernos con nada. Si para ti la puntualidad es relativa, ¿cómo he de
entregar yo un trabajo por los dos? Si para ti no tiene la misma importancia
que para mí el “para siempre”, ¿cómo vamos a comprometernos con eso?
Por último, lo que intento dejar claro es que el
relativismo solo lleva a encerrarse en uno mismo y a que, aun diciendo que se
entiende de lo que se está hablando, no acabar de comprenderlo. Leí no recuerdo
donde que cuando una persona lleva demasiado tiempo viviendo sola, solo se
escucha a sí misma. Y esto es lo que pasa. No es necesario que entiendas todo
lo que te digo, pero sí que sepas de qué te hablo.
Esto que ahora intento decirte puede parecer un poco
complicado. Pero no lo es tanto como parece. La verdad es que no he dejado de
darle vueltas al asunto de cómo hablarte para que me entiendas bien. Quizá no
debería haberte escrito y simplemente debería haberte cogido por banda para
sentarnos a hablar, quizá solo tendría que haberte demostrado que sin los
puntos comunes no se puede debatir un asunto. No puedes debatir algo que no
sabes lo que es.
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